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La violencia que se ejerce sobre las mujeres con diversidad funcional es una cuestión que no suele ser abordada habitualmente en foros feministas y que, aún compartiendo muchos aspectos en común, presenta una serie de variables dignas de ser tenidas en cuenta.

Existen estudios que demuestran que las mujeres con diversidad funcional son víctimas de abuso y violencia en una escala mucho mayor que las mujeres sin ella. La violencia contra las mujeres y las niñas con diversidad funcional no es sólo un subconjunto de la violencia de género: es una categoría interseccional relacionada con la violencia de género y aquella basada en la diversidad funcional.

La construcción androcéntrica, heteronormativa y productivista de la sociedad confluye con el hecho de la discriminación histórica que sufrimos los hombres y mujeres con diversidad funcional, con algunos factores en común, dando lugar a un riesgo extremadamente alto de violencia contra las mujeres con diversidad funcional.

La discapacidad pues, es una construcción social que actúa clasificándolos y actuando sobre nuestros cuerpos no normativos, tratándolos como “patológicos”, “raros”, incide en las capacidades y no en los Derechos Humanos.

Muchas de las variantes de violencia contra las mujeres con diversidad funcional no han sido visibles como violencia de género debido a que se da predominancia a la discriminación por motivos de diversidad funcional. El hecho es que no se respeta a las personas con diversidad funcional y por esa misma causa se ha favorecido y perpetuado la discriminación, que ya es en sí un acto de violencia.

De hecho, la Teoría del Estigma de Goffman plantea que la sociedad establece medios para categorizar a las personas y también a los atributos que se consideran corrientes y naturales en los miembros de esas categorías.

En el caso de las mujeres con diversidad funcional, se nos identifica por características biológicas fuera de lo normativo, despojándonos de nuestro género y desacreditándonos como mujeres.

Esta estigmatización nos sitúa en no ser consideradas como totalmente humanas, en ser cosificadas, propiciando todo tipo de discriminación sobre nosotras:

  • Desde el nacimiento, negándonos la educación sobre nuestro cuerpo, sexualidad y disfrute de ésta, sobre métodos anticonceptivos, reproducción, maternidad, reconocimientos médicos y ginecológicos.
  • El sometimiento a otros en cuanto a la provisión de cuidados, tanto en el entorno familiar, médico e institucional, facilitan el uso y abuso de los demás, anulando cualquier capacidad de reacción de las víctimas. Nos referimos a prácticas de esterilizaciones y abortos forzados, violencia física y psicológicas, institucionalización forzada, incapacitación legal…

Todos estos abusos son, evidentemente, vulneración de Derechos Humanos que en gran medida son aceptados socialmente y por ello invisibilizados y silenciados.

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