La película, transita entre la realidad y la ficción, la metáfora y la crudeza. Te hace reír y te deja sin aliento, si alguien esperaba una idealización de la diferencia o una romantización del estigma, esta no es su película. Las primeras escenas nos muestran el cuerpo tetrapléjico (al) desnudo. Acostumbrados a ver actores que salen del gimnasio para sentarse en la silla de ruedas cuando les toca interpretar al personaje “tullido”, aquí asistimos a la higiene matutina de un cuerpo inerte, rígido, torcido, ajeno a las vicisitudes de la bipedestación, manipulado por unas manos expertas que le frotan, le enjuagan, le secan y le van colocando cuidadosamente la ropa y otras prótesis. No es que la diversidad funcional salga del armario, es que filman (también) allí dentro: vemos el colector y la bolsa para la orina, ese cuerpo no controla los esfínteres; vemos el arnés y la grúa, ese cuerpo no se puede incorporar de la cama por sí mismo; vemos la silla de ruedas; ese cuerpo no camina. A Montra

Sinopsis

Pepe ha salido del psiquiátrico tras pagar condena por robar para trabajar. Unicamente la solidaridad de Antonio, activista con diversidad funcional, le permite construir una vida frágil sobre la que proyectar nuevas ilusiones. Sin embargo, su necesidad de encajar en un mundo sin sentido se convierte en una tarea desesperada. El horizonte de su ansiada “normalidad” resulta inalcanzable. La relación con Antonio interpela su mirada sobre la vida, invitándole a reconocerse como anomalia e inventar una locura mayor, para vivir.